¿Has tenido un mal día?

¿Has tenido un mal día?
Si, comparándolo con una patada en la boca del estómago, una pedrada en un ojo, o una puñalada en los riñones, la respuesta es afirmativa, entonces sí, has tenido un mal día.

viernes, 14 de mayo de 2010

Capítulo 2

A lo mejor alguna vez os habéis planteado que, en caso de reencarnaros, lo mejor sería hacerlo en un mamífero, por aquello de conservar algo de calidad de vida. Son animales de lo más inteligentes, y de lo mejor adaptados a la vida en toda la Tierra, por debajo únicamente de la cucaracha (que no es mamífero, pero casi cuenta como uno de ellos).

Y que os gustaría además conservar los recuerdos de vuestra anterior vida, para evitar cometer los mismos errores (aunque es difícil cometer errores humanos en el cuerpo, modus operandi y vivendi de un periquito en casa de una adorable ancianita corta de vista).
Pero seguro que nunca os habéis parado a pensar en el gran inconveniente de este tipo de reencarnaciones: el período de gestación.

-Bueno, podría ser peor - pensó Haples, en su estado prelarvario. -Podría ser un elefante, con 22 meses de gestación.

Meses después, Haples se encontraba en uno de los momentos más felices de su vida como escarabajo estercolero, o escarabajo pelotero: inmerso en una gran masa ovoidea de deposición que por el sabor dulce pero afrutado se podría decir que era de bóvido, aunque por ese regustillo final se podría afirmar que era de vaca. Las únicas preocupaciones actuales eran comer y dormir. Se despertaba, y comía. Y se dormía. Total, mami se encargaba de velar por él...
En ocasiones, Haples tenía que recurrir a toda su fuerza de voluntad para recuperar un poco de esencia de sí mismo, de ente racional (y devorador de elementos expulsados del intestino de algún animal).

Llegado el momento de cambiar, de desarrollarse y evolucionar a su fase adulta, Haples se dispuso a establecerse en un cómodo huequito de un árbol donde poder descansar a gusto el tiempo que durara su metamorfosis. Cuando estaba cayendo en el dulce, acogedor, instintivo abrazo del letargo del cambio, entrevió con sus lacónicos ojos compuestos una visión que le hizo estremecerse de placer, y recordar vagamente frases relacionadas con pistolas, bolsillos, y alegrías por ver a alguien: Allí, sobre aquel montón de... bueno, de... de ESO estaba ella.

De nuevo era preciosa, con esos contornos definidos de larva, esas mandíbulas tan perfectas para la coprofagia, esas pestañas taaan largas sobre los ojos carentes de párpados de coleóptera fattale... Cotton era un ser perfecto, se reencarnase en lo que se reencarnase. Lástima que no recordara nada de una reencarnación a otra.

Haples pudo darse cuenta de ello siempre que logró reencarnarse en una especie con el aparato fonador preparado para el habla (es difícil mantener conversaciones fluídas de un carácter filosófico-psicológicas, o simplemente conversaciones de ascensor a base de mugidos, chasquidos, grititos, ronroneos, zumbidos, y demás sonidos que Mamá Chuck Naturaleza pone a disposición de los reencarnados, para mofa y escarnio de éstos). Cotton únicamente recordaba retazos de reencarnaciones previas mediante sueños, o ideas que aparecían y desaparecían fugazmente de su mente. Sueños e ideas a las que no daba niguna importancia.

En muchas ocasiones, Haples se sentía muy desafortunado. Estaba condenado (o destinado) a buscar y enamorarse una y otra vez del mismo ente racional, se reencarnase en el cuerpo que se reencarnase, a protegerla de todo mal, a compartir el mayor tiempo de vida con ella... y a que una y otra vez, ella le olvidara. Además, sobre sus espaldas pesaba una carga aún mayor: el cuerpo asignado para la reencarnación de Cotton estaba directamente ligado a las acciones, o si queréis llamarlo más técnicamente, al Kharma de Haples. Él era el responsable directo de cada reencarnación de Cotton.

Cuando tienes tanto tiempo para pensar como Haples, venderías tu alma por olvidar.

-Qué putada. Creo que acabo de desvelarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario