¿Has tenido un mal día?

¿Has tenido un mal día?
Si, comparándolo con una patada en la boca del estómago, una pedrada en un ojo, o una puñalada en los riñones, la respuesta es afirmativa, entonces sí, has tenido un mal día.

domingo, 23 de mayo de 2010

Capítulo 3

Seiscientos treinta y dos mil novecientos quince saltamontes saltavallas después, y cuatro millones quinientos mil elefantes que se balanceaban sobre una tela de nailon-titanio ultraligera e hiperresistente (de color verde pitoferia) sintetizada por un elenco de científicos arácnidos únicamente para tal fin, Haples sintió que era el momento de empezar su nueva vida de coleóptero neófito.
Y deseó no haberlo hecho. En el momento en que abandonó su ya nada hogareño caparazón (calculad lo enrarecido de un ambiente tan reducido, habitado por una criatura que lo único que había hecho en los meses previos a la mudanza fue comer, comer y comer), el suelo comenzó a retumbar.

-Que sea un terremoto, un volcán, o algún otro fenómeno de la Chuckturaleza (así nombrada por Él mismo, claro)...que no sea un...

Era un niño. Claro que era un niño.-Tonto- pensó Haples-.¿Acaso creías que iba a ser tan fácil? ¡Con Chuck NUNCA es tan fácil, maldita sea!

El infante corría desenfrenado por el bosque, lanzando horronísonos alaridos, con los azules ojos desencajados por una expresión de eufórico éxtasis, sus rechonchas mejillas enrojecidas y su alborotada melena rubia tratando de despegarse de su enorme cabeza:

-¡¡¡Mída mamá, mida como codo!!!

-Sí cariño, qué bien, huy, qué bien. Pues como te decía...

Haples se vió arrastrado fuera de su cómodo hueco del árbol por la centrípeta estela que el querubín, y acabó rodando por el suelo antes lleno de serenas hojas en descomposición, ese suelo con fragancia natural, blandito...ahora sembrado con huellas de un Haples de profundidad.
A duras penas consiguió darse la vuelta, y, enjúgandose unas lágrimas traicioneras (en el cole, el pasatiempo favorito de los abusones, especialmente de Devious, era el poner a Haples panzarriba y darle vueltas hasta que su desayuno acababa manchándoles a todos; es un trauma que Haples no acabó de superar nuca), salió de la huella del monstruito.
Cuando estaba a punto de seguir su periplo vital en busca de Cotton, los ojos compuestos de Haples detectaron movimiento a su derecha. Dos o tres huellas más allá, yacía un escarabajo de su misma especie, aunque bastante peor parado que Haples. Aleteaba espasmódicamente, mientras sus fluidos corporales manaban de su maltrecho cuerpo, la mitad del cual había sido arrollado por el crío en estampida.
Al acercarse, Haples sintió una punzada de esperanza, convertida en sincera alegría, al decir:

-Oh, Devious, qué mal te veo, colega.

-Bbbbzzaaghh

-Déjalo, no hables...

-GGrrdaaciazs pod...la conssideración. Eresh...un buen...tipo.

-...porque haces unas pompas muy desagradables con el líquido que debería estar por dentro de tí, y no por fuera.

-SSerásdz...

-¿Ves? Realmente asqueroso.

-Cotton...Essztá...

-¿Qué ocurre con Cotton? ¿Devious? ¿Quieres contestarme y dejar de aletear, demonios?

-¿Ya no hago...pompash...deshagr...?

Haples agarró una aguja de pino con las poderosas mandíbulas, y hurgó despreocupadamente en el ojo sano de Devious.

-¡Argh! El..niño...Cotton...bolshillo...

Haples no esperó a que Devious siguiera ahogándose con sus propios fluídos y echó a volar desesperado, tan desesperado como un escarabajo enamorado puede volar en busca de su amada.

Siguiendo la estela de destrucción que la criaturita había ido dejando a su paso, alcanzó el claro donde el rubio efebo se había detenido a frotarse su recién magullada rodilla...mientras con la otra mano zarandeaba a Cotton.
Cotton, en su estado larvario, poco podía hacer a parte de retorcerse y padecer los espachurramientos que el crío le proporcionaba.
Entonces, horrorizado, Haples vio que el monstruito se llevaba a Cotton a la boca, con expresión golosa en su enrojecida y moqueada cara regordeta.

Presa de una extraña sensación de frialdad, Haples supo lo que debía hacer. Recogió un par de hojas con sus extremidades centrales, y empezó a revolotear delante de las narices del niño, consiguiendo llamar su atención antes de que fuera tarde.

-¡Madiposa!

Con este primaveral atuendo, Haples fue atrayendo al joven hacia lo que sería el escenario final de la obra.

Una vez cerca del lugar, con el querubín correteando feliz en su búsqueda, comenzó a prepararlo todo. Recogió ramitas, hojas, piedrecillas, montones de excrementos, agujas de pino..., y las fue colocando cada una en su sitio, conformando una auténtica obra de arte. En ese momento, el infante irrumpió en el escenario, y se le abrieron los ojos y la boca como platos. Con saliva goteando de sus aún medio desdentadas mandíbulas, el espectáculo que se le ofreció le hizo palmotear de alegría: un enorme smiley con lo que parecía un gorro de chef hecho con hojas y ramitas en mitad del bosque enmarcaba un suculento manjar: un bichito pequeño y casi aplastado, que aún aleteaba con gracia (a Haples al menos le hacía gracia).
El crío se olvidó de Cotton, y la lanzó por los aires, ocupado como estaba en abalanzarse sobre Devious, que se retorcía mientras veía acercarse a su rubia y rechoncha muerte.
Haples, caballerosamente, recogió al vuelo a Cotton, y la depositó gentilmente en una rama. Se había desmayado por la impresión. Chasqueando las mandíbulas de frustración, se dispuso a realizar una última tarea.

El niño sólo sintió que, justo antes de poder alcanzar su brillante y aleteante tentempié, algo pequeño, con muchas patas y con muy mal humor se dedicaba a picotearle la espalda...desde dentro. Chillando de miedo y dolor, el infante comenzó a correr llamando a su mamá, olvidándose de su piscolabis.

Haples saltó del joven en marcha, cayendo al blando suelo del bosque. Cuando todo (incluído él mismo) dejó de dar vueltas, sacudió un poco sus alas, alzó la mirada (esto es un decir, con los ojos compuestos tienes la mirada alzada, baja, a la derecha, a la izquierda, hacia el futuro, hacia el pasado...todo a la vez), sonrió (para sus adentros, se entiende. Con mandíbulas de coleóptero es difícil sonreír) y echó a andar, buscando a Cotton. Como siempre hizo. Como siempre hará.

-Cuatro millones quinientos mil y un elefantes, se balanceaban...

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